lunes, 3 de octubre de 2011
lunes, 30 de mayo de 2011
jueves, 19 de mayo de 2011
Lo peor es el vertigo
En el vértigo no se dan frutos ni se florece. Lo propio del vértigo es el miedo, el hombre adquiere un comportamiento de autómata, ya no es responsable, ya no es libre, ni reconoce a los demás.
Se me encoge el alma al ver a la humanidad en este vertiginoso tren en que nos desplazamos, ignorantes, atemorizados sin conocer la bandera de esta lucha, sín haberla elegido.
El clima de Buenos Aires ha cambiado. En las calles, hombres y mujeres apresurados avanzan sin mirarse, pendientes de cumplir con horarios que hacen peligrar su humanidad. Ya sin lugar para aquellas charlas de café que fueron un rasgo distintivo de esta ciudad, cuando la ferocidad y la violencia no la habían convertido en una megalópolis enloquecida. Cuando todavía las madres podían llevar a sus hijos a las plazas, o visitar a sus mayores.
¿Se puede florecer a esta velocidad?.Una de las metas de esta carrera parece ser la productividad, pero ¿acaso son estos productos verdaderos frutos ?
El hombre no puede mantenerse humano a esta velocidad, si vive como autómata será aniquilado. La serenidad, una cierta lentitud, es tan inseparable de la vida del hombre como el suceder de las estaciones lo es de las plantas, o del nacimiento de los niños.
Estamos en camino pero no caminando, estamos encima de un vehículo sobre el que nos movemos sín parar; como una gran planchada, o como esas ciudades satélites que dicen que habrá.
Ya nada anda a paso de hombre, ¿acaso alguno de nosotros camina lentamente?
Pero el vértigo no está solo afuera, lo hemos asimilado a la mente que no para de emitir imágenes, como si ella también hiciese zapping; y, quizás, la aceleración haya llegado al corazón que ya late en clave de urgencia para que todo pase rápido y no permanezca. Este común destino es la gran oportunidad, pero ¿quién se atreve a saltar afuera ?
Tampoco sabemos ya rezar porque hemos perdido el silencio y también el grito. En el vértigo todo es temible y desaparece el diálogo entre las personas.
Lo que nos decimos son mas cifras que palabras, contiene más información que novedad. La pérdida del diálogo ahoga el compromiso que nace entre las personas y que puede hacer de
propio miedo un dinamismo que lo venza y les otorgue una mayor libertad.
Pero el grave problema es que en esta civilización enferma no sólo hay explotación y miseria, sino que hay una correlativa miseria espiritual.
La gran mayoría no quiere la libertad, la teme. El miedo es un síntoma de nuestro tiempo. Al extremo que, si rascamos un poco la superficie, podremos comprobar el pánico que subyace en la gente que vive tras las exigencias del trabajo en las grandes ciudades.
Es tal la exigencia que se vive automáticamente, sin que un sí o un no haya precedido a los actos.

Fuente: La Resistencia - Ernesto Sabato
Se me encoge el alma al ver a la humanidad en este vertiginoso tren en que nos desplazamos, ignorantes, atemorizados sin conocer la bandera de esta lucha, sín haberla elegido.
El clima de Buenos Aires ha cambiado. En las calles, hombres y mujeres apresurados avanzan sin mirarse, pendientes de cumplir con horarios que hacen peligrar su humanidad. Ya sin lugar para aquellas charlas de café que fueron un rasgo distintivo de esta ciudad, cuando la ferocidad y la violencia no la habían convertido en una megalópolis enloquecida. Cuando todavía las madres podían llevar a sus hijos a las plazas, o visitar a sus mayores.
¿Se puede florecer a esta velocidad?.Una de las metas de esta carrera parece ser la productividad, pero ¿acaso son estos productos verdaderos frutos ?
El hombre no puede mantenerse humano a esta velocidad, si vive como autómata será aniquilado. La serenidad, una cierta lentitud, es tan inseparable de la vida del hombre como el suceder de las estaciones lo es de las plantas, o del nacimiento de los niños.
Estamos en camino pero no caminando, estamos encima de un vehículo sobre el que nos movemos sín parar; como una gran planchada, o como esas ciudades satélites que dicen que habrá.
Ya nada anda a paso de hombre, ¿acaso alguno de nosotros camina lentamente?
Pero el vértigo no está solo afuera, lo hemos asimilado a la mente que no para de emitir imágenes, como si ella también hiciese zapping; y, quizás, la aceleración haya llegado al corazón que ya late en clave de urgencia para que todo pase rápido y no permanezca. Este común destino es la gran oportunidad, pero ¿quién se atreve a saltar afuera ?
Tampoco sabemos ya rezar porque hemos perdido el silencio y también el grito. En el vértigo todo es temible y desaparece el diálogo entre las personas.
Lo que nos decimos son mas cifras que palabras, contiene más información que novedad. La pérdida del diálogo ahoga el compromiso que nace entre las personas y que puede hacer de
propio miedo un dinamismo que lo venza y les otorgue una mayor libertad.
Pero el grave problema es que en esta civilización enferma no sólo hay explotación y miseria, sino que hay una correlativa miseria espiritual.
La gran mayoría no quiere la libertad, la teme. El miedo es un síntoma de nuestro tiempo. Al extremo que, si rascamos un poco la superficie, podremos comprobar el pánico que subyace en la gente que vive tras las exigencias del trabajo en las grandes ciudades.
Es tal la exigencia que se vive automáticamente, sin que un sí o un no haya precedido a los actos.
Fuente: La Resistencia - Ernesto Sabato
miércoles, 27 de abril de 2011
El conocimiento de uno mismo
"La realidad no es algo que haya de alcanzarse al final, no es el resultado final de una accion acumulativa. La ralidad puede ser percibida sólo de instante en instante, cuando no existe el efecto acumulativo del pasado proyectandose sobre el momento presente, el ahora.
Hay muchas preguntas y contestaré algunas."
"El conocimiento de uno mismo", Tercera charla en el Robledal, J. Krishnamurti
Hay muchas preguntas y contestaré algunas."
"El conocimiento de uno mismo", Tercera charla en el Robledal, J. Krishnamurti

lunes, 14 de febrero de 2011
Determinismos
"Al determinismo de los paradigmas y modelos explicativos se asocia el
determinismo de las convicciones y creencias que, cuando reinan en una sociedad,
imponen a todos y a cada uno la fuerza imperativa de lo sagrado, la fuerza
normalizadora del dogma, la fuerza prohibitiva del tabú. Las doctrinas e ideologías
dominantes disponen igualmente de la fuerza imperativa que anuncia la evidencia a
los convencidos y la fuerza coercitiva que suscita el miedo inhibidor en los otros."
determinismo de las convicciones y creencias que, cuando reinan en una sociedad,
imponen a todos y a cada uno la fuerza imperativa de lo sagrado, la fuerza
normalizadora del dogma, la fuerza prohibitiva del tabú. Las doctrinas e ideologías
dominantes disponen igualmente de la fuerza imperativa que anuncia la evidencia a
los convencidos y la fuerza coercitiva que suscita el miedo inhibidor en los otros."
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