lunes, 27 de abril de 2009

Poderosa arma de instrucción masiva

El restaurador Raúl Lemesoff recorre los barrios repartiendo libros a niños y adolescentes a bordo de un auto reciclado como tanque de lectura. Busca recursos y donaciones para hacer lo mismo, pero a lo largo de toda Latinoamérica.


¡Tu oportunidad de llevar un libro gratis a tu casa! El Arma te lo regala”. Raúl lanza su latiguillo a los peatones, maneja su auto –que no es un auto cualquiera– a casi dos metros del piso y el viento que choca contra su frente ya no sabe de qué otra forma sacudirle los rulos. Arriba del coche se vuelve histriónico, sonríe, canta, encara a quien lo cruce. A todos les ofrece un libro. “No sé leer”, confiesa un obrero. “¿Y tus hijos?”, retruca Raúl. El hombre se ríe, no contesta y el Arma ruge, apurada por el semáforo que se pone en verde.

Se detiene en una esquina de Belgrano. Son las cinco de la tarde y la zona está poblada de adultos que podrían donar libros para la causa y de chicos que acaban de salir del colegio. Apenas se encuentran con ese automóvil convertido en biblioteca ambulante, los alumnos quedan congelados. La mayoría se inhibe, pero uno corajudo se apura, elige un libro y pregunta si se lo puede llevar. “Claro que podés, el Arma te lo regala”, autoriza Raúl. Aunque su figura carece de curvas, la máquina cautiva como una modelo.

Raúl Lemesoff nació en Entre Ríos, tiene 36 años y hace cuatro transformó un viejo Falcon “hecho percha” en esta “escultura viviente que muta según los libros que tenga”. Con su arma visita barrios, escuelas carenciadas y villas de Buenos Aires para donar libros, sobre todo a los más chicos. “Los libros de 5 a 18 años son los más preciados por el Arma –explica su creador–, porque es la edad que más padece la falencia de lectura y de instrucción”. Aunque vive en Buenos Aires, el ADIM (arma de instrucción masiva) también conoce otras provincias: el año pasado viajó 500 kilómetros para participar de la Bienal de Arte Joven, en Rosario. “Fue muy alentador llegar a Santa Fe de un tirón sin que el Arma se fatigue y volver recorriendo los pueblos de Entre Ríos –recuerda Lemesoff–. Eso sí, con 400 libros menos de carga, porque los donamos en Rosario”.

–¿Por qué eligió el libro como elemento de instrucción?

–Porque el libro es un challenge, un desafío. Implica concentrarse, conseguir un minuto de la vida para poder leer, cosa que a veces nos resulta muy difícil. Encontrar el tiempo, la paz y la concentración para poder leer un libro es todo un logro. Es mucho más fácil poner un DVD, tirarse en un sillón y leer un par de subtítulos en piloto automático.

Después de arengar varios minutos a los escolares y a sus padres, se acerca al vehículo una vecina con bastón y ofrece donar algunos libros. “¿Podemos efectuar la entrega ahora mismo, señora?”, pregunta Raúl, despierto para los negocios. A los diez minutos sujeta en sus manos dos bolsas llenas de libros de historia y arte americano.

–¿Cuesta tener un stock para reponer las donaciones?

–Sí, cuesta. Recién este año podemos decir que el Arma tiene toda su superficie cubierta de libros. Eso significa que tenemos entre 900 y 1.000 libros que van a todos lados con el Arma. De todas formas, este proyecto está casi al borde de ser insustentable, porque la gente se lleva libros, pero no siempre dona. Incluso yo los paso a buscar cuando me los ofrecen. La idea es que la gente despierte su conciencia, que entienda que esta fuente necesita reabastecerse. No siempre hay conciencia. Yo dejo el Arma en algunas villas y nadie la toca, pero la he dejado en Cabello y Salguero y cuando bajé de un departamento la gente se llevaba los libros de a pilas, gente que por haber tenido la posibilidad de leer también tenía la ambición de llevárselos.

–¿Qué otros proyectos tiene con el Arma?

–Me gustaría apuntar el proyecto hacia Latinoamérica, pero nos falta plata y una estructura de gente. Quisiera recorrer el continente, llevar cultura a ciudades inhóspitas, recolectar información y compartirla con otros pueblos, escuchar las opiniones de sus habitantes y aprender lo que tengan para decirle al Arma. Porque ése es su mayor don, que la gente me cuenta cosas que no me las diría si no estuviera el Arma, y eso es muy gratificante.

Fuente: Diario Critica

martes, 14 de abril de 2009

William Kamkwamba: How I built my family a windmill

Ted.com reune constantemente a personas que desean compartir ideas que valgan la pena. Ya postie hace un tiempo "My stroke of insight" donde la neurocirujana Jill Bolte Taylor contaba acerca de su episodio.
Este muchacho nos cuenta como hizo con muy poco algo que quizas todos vemos como comùn. Quizas deberiamos pensar en que es lo que damos por "hecho" y pensar en lo que hace falta para lograrlo...

sábado, 4 de abril de 2009

Enactment




Como es que construimos nuestra realidad? en breve comento...

miércoles, 1 de abril de 2009

Evolution in the mind...

"First bits and crumbs of the piece come and gradually join together in my mind; then the soul getting warmed to the work, the thing grows more and more, and I spread it out broader and clearer, and at last it gets almost finished in my head, even when it is a long piece, so that I can see the whole of it at a single glance in my mind, as if it were a beautiful painting or a handsome human being; in which way I do not hear it in my imagination at all as a succession -- the way it must come later -- but all at once as it were. It is a rare feast. All the inventing and making goes on in me as in a beautiful strong dream. But the best of all is the hearing of it all at once."

Wolfgang Amadeus Mozart